Siempre dispuesto a ayudar, aunque esto solo hacia crecer su miseria.
Un caso diferente, era un poco de masoquismo diría yo.
El siempre estaba ahí para apoyar a los demás, siempre era un hombro para llorar, sabía que decir para hacer sentir mejor a los demás en casos difíciles.
Recuerdo una vez que llegó al borde de las lágrimas, había muerto un familiar cercano de una compañera del trabajo.
El como siempre, dispuesto a apoyar, estuvo con ella todo el tiempo, consolándola, tratando de explicar que la muerte es algo natural, es un ciclo que se debe de cumplir, -- ahora está en un lugar mejor, ya no sufre -- le decía.
La llevo a casa al término de la jornada, pero el... No llegó.
Su mente comenzó a remover sus antiguos traumas, la muerte de su madre, el evento que más lo había marcado.
El fue hijo único, su padre los abandono cuando el tenía sólo 2 años, así que, realmente el nunca lo conoció. Su madre fue su figura materna y paterna (una luchona, dirían los milenials).
Esto tenía cosas buenas y malas, como todo, uno de sus más severos traumas era el amor/odio que sentía por ella, ya que al jugar los dos roles, ella tuvo que ser más dura, menos dulce, nunca fue la madre cómplice que ayuda al hijo a escapar a una fiesta, sino todo lo contrario, sabiéndose con la debilidad de la falta de una figura paterna, trato de suplir la masculinidad o evitar la falta de esta, la manera de concebir esto en su cabeza fue, excederse en la violencia, hasta el punto en que parecía haberse ensañado con su hijo, como si en verdad lo odiara, sin embargo, en su lecho de muerte, ella le había suplicado que la perdonara.
El conflicto que esto creo en su mente fue demasiado, tanto que se convirtió en una bomba de tiempo, como un globo lleno de agua apunto de reventar.
Al tacto, en la superficie, se sentía suave. Pero sabíamos que cualquier sacudida lo haría estallar.